EL BURRITO Y EL DIENTE DE LEÓN

Un hermoso día de primavera, un burrito vio por primera vez una flor que llamó mucho su atención; acercando su hocico hasta ella la olió con delicadeza.

-¡Ay, qué hocico más suave y cálido tienes!- dijo la flor.

-Y tú hueles muy bien. ¿Cómo te llamas?- preguntó el burrito.

-Soy un diente de león. ¿Volverás mañana a olerme?

-Claro que lo haré-.

Con cuidado de no estropear con sus pezuñas a su amiga la flor, el burrito volvía todos los días junto a ella, hasta que un día una campesina arrancó la flor. Al ver que se la llevaba, el burrito caminó detrás de la mujer.

-¿Qué te pasa burrito?- preguntó la campesina. ¿A ti también te gustan las flores?

El burrito adelantando su cabeza, olió la flor que la mujer llevaba entre sus manos.

-¡Adiós, amigo!- dijo el diente de león. -Jamás olvidaré la suavidad de tu hocico.

La flor fue colocada en un jarrón. y así pasaron los días hasta que el diente de león se convirtió en una bola gris. la mujer entonces, sacándolo a una ventana, sopló sobre él, de modo que los vilanos que formaban la bola gris volaron hacia el campo.

Aquellas semillas cayeron cerca de donde pastaba el burrito y allí, con el tiempo, se convirtieron en cientos de florecillas que soñaban con ser acariciadas por su suave hocico.