EL PATITO FEO

En la cabaña de un viejo jardín había una pata en su nidal, empollando sus huevos.

Se quedó muy sorprendida cuando, de pronto, cinco hermosos patitos salieron del cascarón, luciendo sus plumas amarillas.

Ya abandonaba el nido la feliz madre, cuando vio que, medio oculto entre las pajas, quedaba todavía un huevo.

Nuevamente se acomodó en el nidal y dio calor a aquel último y perezoso huevo, hasta que una mañana...

-Cua, cua, cua- se oyó, y nació el último patito.

Pero el recién nacido era feo y la mamá pata se puso muy triste, pensando si no sería un pavo en vez de un pato.¡En fin, ya se vería cuando fueran a nadar!

A la mañana siguiente, la mamá pata y sus seis hijitos, incluido el patito feo, se fueron al estanque. Todos se pusieron a nadar con mucha elegancia.

-¡Puede muy bien ser que me haya equivocado!- dijo entonces la madre, y observó que el pequeño no era tan feo como le había parecido en un principio.

Después de nadar un buen rato, se fueron hacia el gallinero y la pata, alegre, mostró sus hijos a las otras aves. Todos los miraron con cariño, pero al ver al patito feo, se rieron de él.

El pato padre se acercó y le dio un fuerte picotazo.¡No le pegues!- dijo la madre ¿Que mal te ha hecho el pobrecito?

A pesar de su enfado, el pato le dejó dormir en el corral, pero el pobre fue desde entonces el blanco de las burlas y de los picotazos de todos los animales, hasta que una tarde en que su madre se descuidó, se escapó por una rendija de la veja pared.

Caminó mucho, hasta que por fin, rendido, llegó a una laguna desconocida. Como el patito tenía sueño, se echó sobre unos pastos para dormir. Al amanecer del día siguiente, dos patos silvestres se le acercaron y entre bromas y risas, dijeron:

-¡Mira que feísimo es!

-Cierto, ¡qué ridículo es este bicho!

-¡Dios mío! ¿Que culpa tengo yo de mi fealdad?- se quejó el patito.

De pronto, cuando menos lo esperaba, sonaron unos disparos junto a la laguna.

El patito se escondió entre las hierbas temblando de miedo, y asustado, vio que un perro de cabeza muy grande le estaba mirando. El patito creyó que aquellos dientes tan afilados del pero lo despedazarían, pero el animal dio media vuelta y se alejó.

-¿Será posible que ni los perros se atrevan a morderme?- dijo, quedándose quieto, mientras sonaban los tiros.

Cuando creyó encontrarse a salvo, el patito, triste y apenado, abandonó su escondite y recorrió el campo hasta encontrar un lago en el que se puso a nadar junto a unos hermosos cisnes.

Y el patito pensó:

-Me darán muchos picotazos, pero no importa. Prefiero morir de una vez.

Los cisnes nadaron hacia él y, al ocultar su cabeza debajo del ala, el patito feo vio reflejada su imagen en el agua.

¡Qué gran sorpresa! ¡Ya no era un patito feo, sino un hermoso cisne!

Dos niños llegaron corriendo hasta el estanque y gritaron muy contentos:

-¡Hay un cisne nuevo en el estanque y es mucho más bonito que los otros!

Y mientras los viejos cisnes se acercaban para acariciarlo, el patito feo, ya muy feliz al saber que era un precioso cine, levantó con elegancia la cabeza y contempló su hermosa blancura, reflejada sobre las aguas del estanque.