LA BELLA DURMIENTE

Los reyes de un lejano país estaban muy tristes porque no tenían hijos, y ya habían perdido toda esperanza de conseguir un heredero para la corona.

Pero la reina rezó tanto y con tanta fe, que el Cielo le envió una  hermosísima niña.

El acontecimiento fue celebrado por todo el reino y los reyes decidieron invitar al bautizo a las siete hadas más famosas, para que cada una de ellas concediese una gracia a la princesita.

Lamentablemente, olvidaron invitar al hada más vieja y ésta juró vengarse.

Durante la fiesta, las hadas comenzaron a ofrecer sus dones a la princesa, y cuando le tocó el turno al hada vieja, ésta en lugar de un don, pronosticó:

-Al cumplir quince años, la princesa se pinchará con el huso de una rueca de hilar y morirá-.

Todos quedaron asustados y la pobre reina lloraba amargamente. Por fortuna, una de las hadas buenas dijo:

-No puedo evitar que se cumpla esta profecía, pero sí puedo modificarla.

La niña no morirá, permanecerá dormida durante cien años y un hermoso príncipe la despertará de su sueño-.

Este augurio calmó el dolor de los reyes, que prohibieron en todo su reino los husos de las ruecas.

Pasaron los años. la princesita había cumplido ya quince primaveras y era muy bella.

Un día, visitó el palacio de un caballero noble y al subir a una torre encontró a una viejecita que, ignorando la orden del rey, hilaba tranquilamente con su huso.

La niña, curiosa por ver lo que estaba haciendo la viejecita, tomó el huso en sus manos y se hirió con él, cayendo desvanecida. Nada pudo hacerse... la profecía del hada mala se había cumplido.

El rey y la reina, llorando, pidieron ayuda al hada buena, quien acudió de inmediato.

Para que la princesa no se extrañase al despertar después de un sueño de cien años, tocó con su varita mágica a todos los que habitaban en el palacio y también los dejó dormidos.

Cuando todo quedó sumido en el silencio, el hada movió una mano y el castillo quedó rodeado por un impenetrable bosque.

Al cumplirse los cien años, un apuesto príncipe de un reino cercano, salió un día de cacería y divisó entre los árboles una de las torres del oculto castillo.

Preguntó a  los campesinos y le contestaron que se trataba de un castillo habitado por monstruos. Pero el príncipe no se quedó convencido y fue a ver a un anciano militar que tenía fama de ser muy sincero.

El anciano le dijo:

-Os han engañado, querido príncipe: en ese palacio no vive ningún monstruo.

En él duerme una princesa muy hermosa un largo sueño de cien años-.

El príncipe se internó en la selva y quedó muy sorprendido al ver que los árboles y las plantas se apartaban para abrirle paso.

Pronto alcanzó las suntuosas galerías del viejo castillo y, siguiendo por el largo corredor, llegó hasta un gran salón, en cuyo centro, sobre una cama ricamente adornada, dormía una hermosa niña.

Se acercó con mucho cuidado y respeto, y la besó en la frente.

La bella durmiente despertó y en aquel mismo instante los reyes y todos sus cortesanos dormidos se pusieron en movimiento, y todos los habitantes de palacio volvieron a sus tareas cotidianas.

A los pocos días, la princesa accedió a los ruegos del príncipe.

Se casaron y fueron muy felices.