LOS PUNTOS DE LA MARIQUITA

Hubo una vez una mariquita que se sentía muy desgrcada, pues aunque su vestido tenía un color rojo brillante muy bonito, le faltaban los puntos negros que tienen todas las de su especie. Y una mariquita sin puntos negros en la espalda, es lo mismo que un elefante sin trompa o un camello sin jorobas.

La pobre no hacía más que lamentarse:

-¡Qué mala suerte he tenido! ¡Debo ser la única mariquita del mundo que no tiene puntos negros! ¡Antes de seguir así, prefiero cambiar de color y que nadie me reconozca!

La mariquita trepó a una flor amarilla y se llenó de polen. Cuando salió de la flor iba toda vestida de amarillo, pero entonces sopló un fuerte viento y se llevó el polen. La mariquita era roja otra vez.

Entonces fue hasta un estanque y se restregó en el barro de la orilla.

-Así, por lo menos, tendré manchas negras que disimularán un poco- dijo.

Pero al salir del barro estaba completamente sucia y negra.

Cuando se vio reflejada en el agua, dio un grito de espanto:

-¡Qué horror! ¡Así me parezco a mis primos, los escarabajos peloteros!-

Menos mal que, al poco rato, cayó un aguacero y la limpió, devolviéndole su bonito color rojo.

Pero la mariquilla seguía muy triste.

-Sin los puntos nunca podré ser feliz- decía.

Por fin decidió huir del campo, para no encontrarse con otras mariquitas.

Llegó hasta una casa y entró por la ventana que estaba abierta.

Una niña, sentada a una mesa, hacía sus deberes. La mariquita miró la hoja donde escribía la niña y vio que detrás de algunas palabras ella ponía un punto, un maravilloso punto de tinta negra.

-¡Qué puntos tan preciosos!-- suspiró la mariquita ¡Y cuantos hay en ese papel! ¡Ojalá tuviera puntos así en mi espalda!-

Tan entusiasmada estaba con aquellos puntos, que subió encima del cuaderno para verlos mejor. La niña la vio y exclamó:

-¡Una mariquita! Pero... que raro, no tiene puntos negros.

Entonces, con su mejor rotulador, la niña dibujó siete hermosos puntos en la espalda de la mariquita.

-¡Ahora estás mucho más guapa- le dijo cariñosamente al terminar.

La mariquita estaba radiante de felicidad. Sus puntos eran más bonitos incluso que los de las otras mariquitas, y cuando volvió al campo tuvo muchísimo éxito.

Sin embargo, no se ha olvidado de la niña.

Muchas veces vuela hasta su casa, entra por la ventana,  y pasa la tarde con ella. Son muy buenas amigas.