La leyenda del Sol y la Noche  


Hacía ya muchos años que el Sol besaba a la Montaña. Con su resplandor la acariciaba de la cúspide a la falda.
Marrón, amarilla o negra en sus extensas laderas, ella siempre daba hijos verdes: ornamentales o de suaves frutos.

El Sol, enamorado, le trajo un día a Arco iris y abrillantó el espacio infinito de azul.

Con jirones de nubes, hizo un collar muy blanco que ella movió coqueta alrededor de su garganta de piedra.

Claro y diáfano, duraba el Día para siempre.

En cierta ocasión, el Sol se vio obligado a separarse de la Montaña. Fue cuando descubrió en un acantilado, una caverna cubierta de espesa vegetación.
Helechos gigantes, hiedras y enredaderas formaban una tupida puerta que ni el más valiente rayo podía traspasar.
El Sol, se puso frío de preocupación. Él que era el centro del Universo, no podía permitir que una simple cueva escapara de su luz.

Radiante, esplendoroso, reunió toda la energía de su potente luz.

Primero... envió Rayos Tibios de la Alborada.
Ágilmente lucharon contra el Rocío y la Escarcha, hasta evaporarlos en un débil rastro de humo gris.

La cueva, permaneció cerrada y sin luz.

Después, llegaron raudos Rayos de Media Mañana. Lucharon con todo su calor, pero no pudieron pasar de las enredaderas. Finalmente descendieron Rayos de Pleno Mediodía.
Ardientes, verticales... quemaron piedras y marchitaron hiedras, pero... la cueva se mantuvo cerrada y sin luz.

El Sol, desaforado llamó a su hermano Viento.

Viento rompió el collar de nubes de la hermosa Montaña. Así desató a Lluvia, agua precipitada que suelta y juguetona, dio muchísimas vueltas antes de regresar a su mullida casa de algodón.

Por horas, Viento y Lluvia azotaron a Montaña.

Quebraron cedros, robles, ébanos y caobos, sin contar limoncillos, aguacates y un manaclar sin dueño.

Los pinos destrozados, cubrieron grandes zonas, pero... la cueva permaneció cerrada y sin luz.

Cuando Viento y Lluvia se marcharon vencidos, hilos de plata descendieron incontenibles: la Montaña lloraba sus árboles caídos.

Tras el susurro de riachuelos... una mujer de sombras, con piel hecha de sueños y pies transparentes, con larga cabellera a modo de manto sobre el cuerpo desnudo, salió de la caverna. Un grito agudo, como de ave triunfante salió de su garganta.

Calor, Lluvia y Viento habían vencido. ¿Dónde estaba ese Sol arrogante?

El Sol regresó en ese mismo instante. Clavó en la extraña mujer sus pupilas de fuego. Sin poder soportarlo, ella corrió a ocultarse, pero sus pies de agua se le voltearon presos de las raíces brotadas. Un grito de dolor se escuchó en el silencio y el Viento lo bautizó "Jupido".

Cubrió sus pies distintos con su melena enorme. Perdida, elevó altiva su mirada de orgullo.

Desafiante clavó en el astro sus pupilas de abismo.

Valiente, Sol enfrentó aquella ira por él desconocida, pero lanzas de hielo penetraron en su cuerpo candentes y enigmas y misterios, preguntas sin respuestas, hirieron brutalmente su cuerpo hecho de luz.

Fue en ese momento que escaparon unidos los colores de la vida: azul, rojo, amarillo... dejaron el espacio a uno sólo más fuerte que, creció incontenible amenazando al Sol.

Entonces la Montaña se removió temblando desde la tierra llana, retorciendo su cumbre.

Todos los hijos verdes se estremecieron juntos y desencadenaron un poderoso alud. Entre lluvia de piedras y sacrificio de árboles el Sol se recuperó.

Cegada para siempre, Ciguapa tambaleaba. Sus pies volteados negáronle equilibrio. Y ahora que no podía darle a nadie la espalda, si entraba o si salía del refugio de piedra fue de vida o de muerte... Cayó precipitada y su larga melena brillante de betún iba cubriendo todo con su oscuro misterio: los árboles, las peñas, los ríos y sus orillas, bohíos y corrales, valles, pueblos y riscos...

La Noche... había nacido para oponerse al Sol.

Desde entonces, la claridad termina después de doce horas de cálido esplendor. El Sol besa a la Montaña. La rodea de Arco iris, de un infinito azul, después se va prudente dando paso a esta Noche que oscura y silenciosa hace brillar estrellas en su enorme melena de apagado carbón.

   

(Recreación de la leyenda dominicana: La Ciguapa.

Es una mujer de baja estatura, a veces es blanca, la mayoría de las veces del color de los indios arauacos. Anda desnuda pero su larguísima cabellera le sirve de vestido.
¿Su característica principal? ¡Tiene los pies volteados por los tobillos! Eso hace que sus huellas desconcierten a sus enemigos.

Aunque la mayoría piensa que es de origen taíno, los investigadores no se atreven a aseverarlo)

   

Poética leyenda del Sol y la Noche que dejo escrita para que tú, amig@ "navegante" que has dado con ella, puedas llenarte el alma de un sutil romanticismo.

Desde mi "rincón virtual", te deseo felicidad. Un abrazo. Mª Carmen