LAS SEMILLAS

Érase una vez un peregrino que emprendió un largo viaje en busca de la Paz, la Felicidad y el Amor.

Cada jornada el caminante recorría kilómetros y kilómetros, y así, día tras día.

Con el tiempo, el paso ligero con el que había comenzado su aventura, se volvió más y más lento.

Pues no todo en el viaje del peregrino fue un camino de rosas: tuvo que pasar por guerras, enfermedades, rencillas, rechazos y separaciones.

El peregrino, aprendió que cuanta más tierra poseía una persona, más hostil se volvía. Se dio cuenta, en definitiva, de que cuanto más había que proteger, tanto mayor era la necesidad de atacar al adversario.

Así, al perseguir la paz... las personas  se preparaban en realidad para la guerra. Al buscar el Amor... levantaba muros de desconfianza y de miedo. Al andar tras la vida... se acercaba sin saberlo a la muerte.

Una mañana, el peregrino encontró una pequeña cabaña al lado de la carretera. Había algo especial en el chamizo, como una especie de brillo interior.

Movido por la curiosidad, se decidió a entrar.

Dentro, encontró una pequeña tienda, atendida por un vendedor, o... vendedora, la verdad es que era incapaz de saberlo, ni tampoco de calcular su edad. Era como si en aquel lugar se hubiera detenido el tiempo.

-¿En qué puedo servirle?- le preguntó amablemente el dependiente (¿O era dependienta?)

-¿Qué pueden ofrecerme?- inquirió a su vez el peregrino.

-Aquí encontrará todo lo que busca, se lo aseguro- le respondió el vendedor. Sólo dígame lo que quiere y se lo daré.

Al oír esto el peregrino no supo por donde empezar, de tantas cosas que le rondaban por la cabeza.

Así que empezó a enumerar uno a uno sus anhelos.

-Deseo que reine la paz en la familia, en mi tierra natal y en el resto del mundo-.

-Deseo hacer algo grande en esta vida, dejar un hermoso legado para las generaciones futuras-.

-Deseo que los enfermos recuperen  la salud y que los solitarios encuentren amigos con quien charlar-.

-Deseo también que los famélicos no vuelvan a pasar hambre-.

-Deseo que todos los niños del mundo tengan derecho a una educación-.

-Deseo que todos vivamos en libertad-.

-Deseo que el mundo se convierta en un reino de Amor-.

Y dicho esto, el peregrino hizo una pequeña pausa. Cuando iba a seguir enumerando sus deseos, el vendedor, o... vendedora, le interrumpió:

-Lo siento- le dijo con una voz suave y pausada. -Debería habérselo dicho antes. En esta tienda no tenemos frutos, sólo tenemos... semillas.