EL LÁPIZ        

          En numerosas ocasiones, un hombre había oído hablar de las excelencias de la madera de sándalo y, sobre todo, del maravilloso aroma que ésta despide. 

        Había empezado a sentir mucha curiosidad por ella, hasta que se convirtió en un obsesivo deseo de conocerla. 

        Pero en su tierra no existía esta clase de madera.

         Qué hacer? Lo mejor, pensó, era escribir a sus amigos de distintas partes del mundo y pedirles que le enviases un trozo de madera en cuestión. 

         -"Alguno lo conseguirá y me la enviará"-, se dijo para darse ánimos".

        Así comenzó a escribir cartas a todos los amigos que le venían a la memoria. En todos había el mismo ruego; "Por favor, amigo, envíame una muestra de madera de sándalo". 

        Durante algunos días estuvo enviando cartas con tal propósito, pero en una ocasión se quedó pensativo y se puso a mordisquear el lápiz con el que ya había escrito buen número de ellas. 

        De pronto, un sutil aroma se le coló por su nariz. 

        -¡Qué espléndido perfume!- 

        Lleno de contento, descubrió que "el lápiz que le servía para pedir el sándalo estaba hecho precisamente de esa misma madera".