RIMAS

LXI

Al ver mis horas de fiebre

e insomnio lentas pasar,

a la orilla de mi lecho,

¿Quién se sentará?

Cuando la trémula mano

tienda próxima a expirar.

buscando una mano amiga,

¿Quién la estrechará?

Cuando la muerte vidrie

de mis ojos el cristal,

mis párpados abiertos,

¿Quién los cerrará?

Cuando la campana suene

(si suena en mi funeral),

una oración al oírla,

¿Quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos

opriman la tierra ya,

sobre la olvidada fosa,

¿Quién vendrá a llorar?

¿Quién, en fin, al otro día,

cuando el sol vuelve a brillar,

de que pasé por el mundo,

¿Quién se acordará?

VII

Del Salón en el ángulo oscuro,

de su sueño tal vez olvidada,

silenciosa y cubierta de polvo

veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,

como el pájaro duerme en las ramas,

esperando la mano de la nieve

que sabe arrancarlas!

-¡Ay! -pensé-. ¡Cuánta veces el genio

así duerme en el fondo del alma,

y una voz, como Lázaro, espera,

que le diga: "¡Levántate y anda!".

XI

-Yo soy ardiente, yo soy morena,

yo soy el símbolo de la pasión;

de ansia de goces mi alma está llena.

¿A mi me buscas? -No es a ti; no.

-Mi frente es pálida; mis trenzas de oro;

puedo brindarte dicha sin fin;

yo de ternura guardo un tesoro.

¿A mi me llamas? -No; no es a ti.

-Yo soy un sueño, un imposible,

vano fantasma de niebla y de luz;

soy incorpórea, soy intangible;

no puedo amarte. - ¡OH, ven; ven tú!

XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mis labios una frase de perdón;

habló el orgullo y enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?"

Y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?"

XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Dime, mujer: cuando el amor se olvida.

¿Sabes tú adónde va?

(Gustavo Adolfo Bécquer)