HISTÓRIA DE UN RÍO  

Esta es la historia de un pequeño río, que  nació como  tantos otros de las propias entrañas de la madre naturaleza:

Con los primeros rayos del Sol se asomó tímidamente entre las rendijas de unas rocas situadas en las alturas de una montaña...  echó un primer vistazo a lo que había a su alrededor...

le gustó todo aquel paisaje que se dejaba mostrar ante él...

Y como jugando, se deslizó entre las piedras y dejó caer levemente su escaso caudal de agua sobre ellas...

Aquella experiencia le gustaba y divertía, y, al mismo tiempo le embargaba una gran curiosidad por saber qué era lo que habría más allá de aquellas montañas... y sin pensarlo más se dispuso a abandonar la guarida que lo había estado cobijando hasta aquel momento...

Conforme se deslizaba por las planicies iba encontrando a su paso un entorno lleno de cosas que le maravillaban, piedras, animalillos, plantas, árboles,  florecillas, todos le recibían con un gran cariño, y un agradable alboroto se dejaba oír a su paso, todos se alegraban de su llegaba...

Era muy bien recibido por todas aquellas criaturas de la naturaleza...

Y pronto quedó fascinado por toda la belleza que se le brindaba a lo largo de su caminar...

El  pequeño río enseguida comprendió  el motivo de toda aquella alegría.

(Él sería la fuente de vida para todos los que le rodeaba, para todos aquellos animalillos y plantas que veía a su alrededor).

Él estaba sirviendo  para que todos aquellos seres no muriesen, y enseguida comprendió que él podía mantenerlos con vida  y continuó bajando con mucha más alegría...

Cuanto más bajaba y más ayudaba a todas aquellas plantas y seres vivos que encontraba a su alrededor, se daba cuenta que mayor era su caudal de agua, él también crecía... y, dentro de sus aguas empezaron a  cobijarse toda clase de seres vivos, peces, ranas, musgo... etc... él mismo en su interior  sin darse cuenta apenas, estaba engendrando vida, se  estaba llenando de vida propia y la de los demás seres que iba encontrando a su paso,  y se dio cuenta enseguida que él también los necesitaba para ser feliz...  pues cada vez sus aguas eran mucho más caudalosas y fértiles.

Ya no era un pequeño... tímido...y frágil riachuelo...

En su largo caminar se le fueron agregando otros ríos pequeñitos que dejaba que se cobijasen en él, y así, al mezclarse sus aguas con las suyas propias  se llenaba de las propias vidas de éstos.

Y él cada vez era más profundo, y caudaloso... y cantaba con más fuerza y alegría conforme se iba deslizando, y con el canto de sus aguas todas las plantas al oírlo le saludaban y lo querían... 

Era un río querido, amado por todos los que lo habían conocido...

Un día, quiso descansar del vertiginoso descenso que había comenzado tan alegremente, y paró sus aguas, se mantuvo inmóvil durante unos días pero... con  gran sorpresa y decepción por su parte, se dio cuenta que sus aguas ya no eran cristalinas, limpias y hermosas como en un principio, el agua se estaba volviendo de un color verdoso, y maloliente, ya no cantaban... estaban mudas, y lo más grave de todo, era cuando comprobó que en sus entrañas en vez de vida, estaba a punto de provocar la muerte de todos aquellos animalillos que se habían cobijado en sus limpias aguas... y que habían confiado en el. 

Él mismo estaba provocando la muerte de todos aquellos pececillos, y plantas que de él se nutrían...

Sintió pena por todas ellas y  por él mismo... y reflexionó.

Por unos momentos recapacitó... se sacudió la pereza, y echó a andar con más ganas que nunca, y otra vez volvía a él la vida, otra vez cantaban sus aguas, otra vez, se alegraban y lo saludaban a su paso todas las plantas que  iba mojando en su descenso...

Se volvió a sentir feliz, tan feliz que corría con más ahínco cada vez, y cada vez tenía más caudal, y cada vez se llenaba de más vida,   una gran felicidad le embargaba y cantaba felizmente...

En su precipitado descenso...

¡AY¡ Algo maravilloso  divisaba a lo lejos, y corrió velozmente a su encuentro...

Era otro río, un río mucho más caudaloso que él, mucho mayor que él, no se veía el final de sus aguas, y corrió velozmente  a su encuentro... 

Era el Mar...

Lo estaba esperando para fundirse en un abrazo con él, y como si fuera un padre que lo estaba esperando con los brazos abiertos se dejó caer en él y fundió sus aguas con las suyas, y la vida que había cobijado en su interior se mezcló con la vida de las entrañas el Mar...

El río, se dio cuenta enseguida que había terminado su descenso y se sintió feliz, en calma y en paz consigo mismo, por toda la vida que había dado a lo largo de su caminar...

¡Que lejos quedaba aquel día que tímidamente se asomó entre las rendijas de unas rocas!

¡Pero que sensación de felicidad le embargaba por la misión que le había tocado realizar!

Ahora, podía descansar tranquilo, en paz consigo mismo, en el regazo de su padre,

¡El inmenso Mar!

 

             


Saca tu propia lectura y conclusión a este escrito, creo que vale la pena reflexionar sobre él, por este motivo lo creé.

Un abrazo. Mª Carmen