DISPUTA ENTRE EL FUEGO Y LA LLUVIA

Había una vez un  rey que tenía una única hija que era la muchacha más hermosa del reino, según decían los viajeros que llegaban a la ciudad, incluso la más bella del mundo.

Un día, el monarca anunció que a su hija le había llegado la edad de casarse, y que estaba dispuesto a recibir peticiones.

Ella tenía muchos admiradores, pero los más rápidos en llegar fueron el Fuego y la Lluvia.

El primero se dirigió al padre, que lo consideró un magnífico marido para su hija. Después de conversar largamente, le aceptó como yerno.

Por su parte, la Lluvia fue directamente a ver a la princesa. Le pidió la mano y ella aceptó, pues la Lluvia le gustaba en secreto desde hacía mucho tiempo.

Cuando el padre y la hija se reunieron, se dieron cuenta de lo que había sucedido. Los dos habían hecho una promesa y no podían romperla.

Estaban intentando encontrar una solución que satisficiera a todas las partes, cuando llegaron los dos pretendientes.

Ninguno entendía la presencia del otro en casa de la princesa, pues cada uno de ellos se sabía el elegido.

Al rey y a su hija no les quedó más remedio que explicarles lo sucedido y pedirles disculpas. Ambos las aceptaron educadamente, pero exigieron saber quien de ellos dos iba a casarse con la princesa.

Estuvieron discutiendo durante horas. El rey estaba cansado de tanto hablar sin llegar a una solución, y, finalmente, éste habló y les dijo:

-De momento, debéis saber que he escogido el día de la boda. Mi hija se casará pasado mañana. Su futuro marido se decidirá entonces.

Antes de la ceremonia, se organizará una carrera entre la Lluvia y el Fuego.

El ganador se casará con la princesa-.

Los dos pretendientes aceptaron las condiciones y se fueron a su casa. Deseaban descansar para estar en forma el día de la carrera.

Cuando llegó el esperado momento, los dos parecían tranquilos. Se alinearon y el rey dio la señal de salida.

El Fuego salió con mucho ímpetu. El día era ventoso y eso iba en su favor. la Lluvia, en cambio, seguía en la meta, tranquilamente, como paralizada. el Fuego fue ganando terreno sin dificultad. Se estaba acercando peligrosamente a la meta cuando los asistentes a la carrera empezaron a oír ruido de agua. Por fin, la lluvia parecía haber despertado y empezaba a avanzar.

Empezó débilmente, pero cada vez se hizo más fuerte. Consiguió alcanzar al Fuego, y no sólo eso sino que... además lo apagó prácticamente del todo.

Sin fuerzas, el pobre Fuego tuvo que rendirse. La lluvia había sido la primera en llegar a la meta. El rey concedió, pues, la mano de su hija a la Lluvia.

La princesa estaba muy contenta, pues si hubiera ganado el Fuego, no le habría aceptado como marido, porque ella desde hacía ya tiempo, amaba a la Lluvia y sabía que al contrariar a su padre, éste se hubiera enfadado mucho.

La pareja vivió feliz durante mucho tiempo, pero... no así el pobre Fuego.

Desde entonces, él y la Lluvia no soportan encontrarse.

   

La Lluvia siempre, siempre aplaca al Fuego... Será... porque de verdad... ¿Aún son rivales?

Cuando vea llover, recordaré a la princesa que se casó con la Lluvia.

Hasta un día con Lluvia puede ser un día precioso. Amig@, sé feliz.. Mª Carmen