Un hermoso día de verano, dos hojas de papel salieron a tomar el Sol.
Una de ellas se llamaba Blancanieves y, como su propio nombre indica, era blanca como la nieve, algo de lo que por cierto, estaba muy orgullosa.
-Mírame- le dijo a su compañera:
-¿Alguna vez, has visto una hoja de papel de una blancura tan pura como la mía?-
Su compañera, se llamaba Blancaurora y también ella tenía una tez perfectamente blanca y transparente.
Tal era la blancura de ambas, que podría decirse que, incluso lograban deslumbrar a la mismísima luz del mediodía.
Inesperadamente en la distancia, una figura se alzó en el horizonte. Pronto las hojas se dieron cuenta de que aquella figura se acercaba poco a poco hacia ellas.
-¿Quién demonios será?- se preguntó Blancanieves.
-¿Y qué demonios lleva en las manos?- se preguntó Blancaurora.
La figura, se encontraba ya, a tan sólo unos pocos metros de distancia.
En una de sus manos sostenía una paleta de pintor y en la otra, unos pinceles. Su mirada soñadora, delataba gran curiosidad y ternura. Y su corazón encerraba un sueño.
-¿Qué crees que quiere?- preguntó Blancanieves a Blancaurora.
-No creerás que pretende pintarnos ¿verdad?-
Blancaurora se encogió de hombros y susurró:
-Eso es precisamente lo que sospecho que va a hacer-.
-Pues... antes muerta que pintada- exclamó Blancanieves. -No consentiré que nadie estropee mi belleza inmaculada-.
-Pero... ¿Y si es un artista?- opinó Blancaurora.
-Quizá pueda convertirnos en una obra de arte. Quizás nos va a tornar en dos obras maestras andantes.
-Sí, puede ser- replicó Blancanieves, -pero también cabe la posibilidad de que sea un novatillo y haga de nosotras una auténtica chapuza... Yo prefiero no arriesgarme. Quiero permanecer blanca y pura hasta el día en que muera.
En ese momento el artista se acercó hasta las hojas de papel y les preguntó si podía pintar sobre sus blancos cuerpos.
Blancanieves dijo de inmediato:
-De ninguna manera, ¡eso ni hablar!-
Optando así por permanecer blanca y pura, y también vacía, por el resto de sus días.
Lo que no sabía la pobre Blancanieves era que todo cambiaría un día lluvioso y revuelto, que reduciría su hermosa blancura a un montoncito de pulpa de papel.
Blancaurora, por su parte le dijo:
-Haz conmigo lo que quieras, confío plenamente en ti y en tus manos de artista-.
Y acto seguido, el artista comenzó su trabajo, un trabajo que la convirtió en una auténtica obra maestra; en una representación única del sueño que había quedado atrapado en el corazón del artista.
Durante los años venideros, no hubo persona que no se parara a contemplar la obra de arte, en cuya belleza y profundidad todos descubrían sus sueños perdidos.