UN BARCO A LA DERIVA.

Un capitán y su tripulación, viajaban en medio de una terrible tormenta durante una oscura noche.

  Después de varios días en alta mar, el pequeño barco era golpeado insistentemente por las olas y el viento, y se mecía casi hasta volcarse, mientras toda la estructura crujía y se retorcía hasta que parecía que iba a  despedazarse.

Habían perdido los instrumentos y no sabían ni siquiera dónde se encontraban.

En medio de todo este caos, el capitán enojado, no hacía más que gritar y gritar.

Gritaba y maldecía constantemente a Dios, reprochándole todo lo que pasaba y por qué habían sido abandonados por Él.

Asido firmemente del timón en la proa, proclamaba fuertes gritos de venganza a los truenos, a los relámpagos y al cielo, al darse cuenta que estaba perdido.

En ese momento, un marinero dejó su puesto y corrió hacia donde estaba el capitán.

Éste le reprendió fuertemente en medio de la tormenta y la lluvia.

- "Por qué dejas tu puesto!!!!! Podemos perder el mástil !!!!"-, le gritó.

A lo que el marinero serenamente le contestó:

- "Lo sé señor! Pero hace mas de 10 minutos se vislumbra la luz del faro del puerto!!!

Pero... usted no la ha visto, por estar gritando"-.

Sirve de algo "gritar", desesperarse, ante una adversidad?

Tal vez Dios no me de una vida sin tormentas, pero puedo estar segura de que siempre, en medio de la más cruel y feroz tormenta, Él estará presente con su Luz, mostrándome el camino y recordándome que se encuentra siempre a mi lado.

¿No te parece? Espero que así lo creas. Un abrazo Mª Carmen