LOS SANTOS

Una mañana, un niño salió de compras con su madre por la calle principal del pueblo.

La verdad es que enseguida se cansó de tanto entrar y salir de tienda en tienda, y al final optó por esperar a su madre en la calle mientras ella compraba en el supermercado.

Apoyado contra un muro, el niño miró hacia arriba y se fijó en las vidrieras de la catedral.

Lo cierto, es que no le impresionaron ni lo más mínimo, de hecho, le parecieron oscuras y un tanto lúgubres. Así mismo se las describió a su madre cuando salió del supermercado.

-Entremos a la catedral, a ver como son por dentro- sugirió la madre.

Y eso fue lo que hicieron.

Una vez dentro, la madre, llevó al niño hasta las enormes vidrieras de cristal plomado. El niño, quedó prendado de inmediato de los hermosos dibujos que pintaba el vidrio sobre el suelo empedrado de la catedral. Era como si la vidriera transformara la luz del día, en una serie de imágenes con vida propia.

-Mira eso- le dijo a su madre, apuntando a una de ellas que coloreaba e iluminaba una piedra- ¡Qué será?

-Pues eso hijo mío es una santa- contestó la madre-

¿Ves esa vidriera que parecía tan oscura desde la calle? Pues es el hogar de una santa, y cada vez que la luz del día lo ilumina, la vida de la santa da color al suelo de la catedral.

El niño, no perdió detalle de lo que le explicaba su madre.

Poco después, madre e hijo abandonaron la catedral para volver a casa y preparar la cena.

Varios días después, el niño y sus compañeros tuvieron la primera clase de religión en la escuela. Ese día el profesor les habló sobre los santos.

-¿Qué es un santo?- preguntó a la clase.

 -Qué hace que los hombres o mujeres sean santos?

El niño, levantó la mano de inmediato y dijo:

-Los santos, son los que dejan pasar la luz y, hacen que las piedras cobren vida-