LOS DOS ESPEJOS

Es bien sabido que al diablo le gusta sembrar el caos. Para ello empleaba un espejo que encogía todas las cosas buenas y hermosas de la tierra y agrandaba todo lo malo y feo.

 Satanás se divertía recorriendo el mundo mostrando el espejo a todo aquel que se cruzaba en su camino, de manera que al final no quedaba nadie sin haber visto aquella imagen distorsionada del mundo.

Un día, el diablo rompió a reír a carcajada limpia regodeándose en sus fechorías.

Tanto se tronchó de risa que el espejo se le escapó de entre los dedos y se rompió en mil pedazos. Entonces rugió el Cielo y una violenta tormenta arrastró cada uno de los minúsculos trozos de cristal hasta los lugares más remotos del planeta.

Algunos de los pedazos de cristal eran tan pequeños como un grano de arena. Lograron colarse en los ojos de la gente, que, a partir de ese momento, sólo era capaz de ver el mal que había en el mundo. Eran incapaces de percibir nada.

Otros fragmentos de cristal acabaron amontonados en el mismo lugar y terminaron fundiéndose en uno. De esta forma, se creó un nuevo espejo que, a su vez, reflejaba una imagen distorsionada e incompleta del mundo.

Dios sintió un gran pesar al comprobar que sus súbditos tenían una imagen errónea del mundo en el que vivían, una imagen en la que el mal triunfaba injustamente sobre el bien. Fue entonces cuando decidió hacer algo al respecto.

-Ya se lo que voy a hacer- se dijo a sí mismo.-Dado que mi hijo es mi fiel imagen, le enviaré a la tierra para que reparta justicia y bondad. Les devolverá el mundo tal y como yo lo he concebido.

Y así fue como Jesús se convirtió en un espejo de Dios en la tierra.

Reflejó su bondad por el mundo entero, incluso a ladrones y malhechores. Reflejó su coraje y fuerza a los enfermos y miserables. Reflejó su cariño a los apesadumbrados e infundió confianza a quienes vivían presa del miedo.

Muchos reconocieron el espejo de Dios y decidieron seguir a Jesús, que les inspiraba amor y confianza. Otros, sin embargo, sintieron celos y vieron en Dios una amenaza a su poder.

Llegó un momento en que, hartos, se confabularon contra Jesús y lo mataron, rompiendo así en mil pedazos el espejo de Dios.

De nuevo, rugió el Cielo y descargó sobre la tierra una violenta tormenta, que rompió en mil pedazos el espejo de Dios y lo arrastró por todo el mundo, tal y como sigue sucediendo hoy.

Estos minúsculos pedazos se siguen colando en los ojos de la gente, y cada vez que esto ocurre, la gente recupera la fe en Dios. Recuerdan en definitiva, el mundo que Dios quiso mostrarles a través de Jesús.

La belleza y la bondad de la creación se presentan ante sus ojos y se convencen de que el mal es transitorio y puede ser vencido.